¿Cómo influyen los cambios estacionales en la variación del metabolismo, la ingesta de alimentos y el peso corporal en humanos?

Introducción: estaciones, biología y conducta
La estación del año no es solo una anécdota climática: modula cómo gastamos energía, qué apetecemos comer y cómo fluctúa el peso. Dos señales mandan: temperatura ambiente y fotoperiodo (horas de luz/oscuridad). A partir de ellas, el cuerpo ajusta termogénesis, apetito, actividad física y hasta el sueño. En este artículo reunimos la evidencia y la traducimos a estrategias prácticas para deportistas y población activa.
Metabolismo y gasto energético: cuando el frío “enciende” el cuerpo
Termogénesis y tejido adiposo pardo (BAT)
El tejido adiposo pardo (BAT) genera calor a partir de triglicéridos (termogénesis sin temblores). En humanos adultos presenta un patrón claramente estacional: más activo en invierno y mínimo en verano. En un gran estudio con PET/CT, la presencia y la intensidad del BAT variaron de forma marcada a lo largo del año y se relacionaron más con el fotoperiodo (duración de la noche) que con la temperatura ambiente. En escaneos seriados, el valor de captación (SUVmax) promedió 9,8 en enero frente a 1,5 en julio (actividad ~4–6 veces mayor en invierno).
Qué significa: en días cortos y noches largas, el organismo tiende a elevar el gasto energético basal a través de vías termogénicas. Esta respuesta amortigua el frío, pero también condiciona el apetito y la selección de alimentos.
Tasa metabólica en reposo (RMR) y relojes biológicos
La RMR suele ser más alta en invierno y más baja en verano, en parte por la adaptación crónica al frío y la activación de BAT. La señal ambiental se integra en el eje circadiano–estacional: el fotoperiodo modula la melatonina nocturna, que a su vez ajusta la disponibilidad de hormona tiroidea activa (T3) en hipotálamo, con impacto en apetito y gasto energético. En frío, la respuesta termogénica ante exposiciones controladas es mayor en invierno que en verano, lo que indica aclimatación estacional.
Ingesta de alimentos y apetito: otoño–invierno vs. primavera–verano
Energía total y macronutrientes
La ingesta calórica tiende a aumentar en otoño–invierno y a descender en verano. En climas templados, además de comer más, la dieta se desplaza hacia mayor densidad energética (más grasa total y saturada) y menos fibra en los meses fríos. En cambio, en verano predominan comidas más ligeras y ricas en productos frescos.
Posibles explicaciones:
- Mayor gasto termogénico y apetito cuando bajan luz y temperatura.
- Cambios en señales de saciedad y temperatura corporal: el calor reduce de forma espontánea la ingesta.
- Conducta: más vida interior y reuniones sociales con platos contundentes en otoño–invierno; más fruta/ensalada y agua en verano.
Alimentos que elegimos según la estación
- Otoño–invierno: platos calientes, con más carbohidratos y grasas; a menudo menos fibra.
- Primavera–verano: mayor consumo de hortalizas, fruta, legumbres templadas/frías y pescados; apetito más bajo en olas de calor.
Peso corporal y composición: oscilaciones pequeñas, pero constantes
¿Cuánto cambia el peso?
En población general se observan fluctuaciones modestas a lo largo del año (del orden de centenas de gramos a ≈1 kg), con máximos en invierno y mínimos en verano. Influyen:
- Más ingesta y menos actividad en meses fríos.
- Mayor masa grasa subcutánea invernal con función aislante.
- Entorno local: en zonas muy calurosas, la actividad baja en verano, invirtiendo en parte el patrón típico.
Actividad física (PA) y balance energético
En invierno solemos movernos menos (lluvia, frío, menos luz). Esto, sumado a más calorías y más grasa dietaria, empuja el superávit energético. En primavera suele repuntar la actividad y ayuda a corregir el balance.
Microbiota intestinal e inmunidad: también cambian con las estaciones
La composición del microbioma intestinal varía con dieta, clima y actividad a lo largo del año. En verano, con más fruta y verdura, crecen bacterias ligadas a mejor digestión y defensa; en meses fríos, dietas más pesadas y menos fibra pueden reducir diversidad y favorecer molestias digestivas. Mantener fibra, fermentados, hidratación y sueño ayuda a estabilizar el sistema, clave cuando aumentan los virus respiratorios.
Trastorno afectivo estacional (SAD) y metabolismo: el “modo invierno” de algunos perfiles
El SAD invernal se asocia a más apetito, antojo de carbohidratos e hipersomnia. Se han descrito niveles más bajos de adiponectina y una relación inversa entre esta hormona y el cambio de peso estacional: a menor adiponectina, mayor tendencia a ganar peso en invierno. También aumenta la duración del sueño en meses fríos, lo que puede enlentecer el gasto diario. Su manejo combina luz, actividad estructurada, rutina de sueño y nutrición planificada.
Guía práctica por estación: pautas sencillas para estabilidad metabólica
Invierno: gasta bien, come con cabeza
- Calorías: vigila el “+10–15%” espontáneo de la ingesta. Si entrenas más fuerza/resistencia, sube carbohidratos alrededor de las sesiones (pre/durante/post), no con picoteo sin control.
- Proteína: 1,6–2,2 g/kg/día repartidos (0,30–0,40 g/kg por toma) para preservar masa magra.
- Grasa: 25–35% del total; prioriza AOVE, frutos secos y pescado azul.
- Hidratación: el frío disfraza la sed; controla pérdidas por peso pre–post y usa sodio en sesiones largas.
- Digestivo: sube fibra de forma progresiva; añade fermentados (yogur/kéfir/chucrut) y legumbres.
- Movimiento: planifica actividad diaria mínima en días cortos (caminar, fuerza breve en casa).
Primavera: ajuste fino
- Transición: reequilibra la densidad calórica; vuelve a 5–7 g/kg/d de HC si aumentan el volumen y la calidad del entrenamiento.
- Hábito: consolida horarios de comida/sueño; evita las “compensaciones” de fin de semana.
Verano: calor, apetito bajo y cuidado con el sodio
- Energía: si cae el apetito, densifica (batidos con avena, yogur, fruta, frutos secos; hummus; ensaladas con legumbre y AOVE).
- Hidratación: plan, no solo sed. En esfuerzos >60–75 min con calor, ingesta fraccionada de líquido y electrolitos.
- Plato: frutas/verduras, legumbres frías, cereales integrales, pescados; evita saltarte proteína por “falta de hambre”.
- Microbiota: mantén fermentados y fibra (inulina/avena/verduras) para prevenir molestias.
Otoño: prevé la deriva energética
- Plan previo a fiestas: define raciones y entrenos clave.
- Grasa saturada: vigila el “creep” otoñal; sustituye salsas por AOVE/aguacate/yogur natural.
- Ambiente: más luz diurna (paseos) para dormir mejor y contener apetito.
Señales a monitorizar (hoja de control mensual)
- Peso y perímetros (cintura, cadera): variaciones pequeñas, pero consistentes.
- Rendimiento y RPE (percepción de esfuerzo): identifica si el frío/calor te penalizan.
- Sueño (duración y calidad): el invierno invita a dormir más; evita horarios erráticos.
- Hidratación: color de orina y % de peso perdido en sesiones largas.
- Síntomas digestivos y adherencia a fruta/verdura/legumbre/fermentados.
Preguntas frecuentes
“Gano peso cada invierno, ¿qué hago?”
No lo fías todo al “gasto extra por frío”. Estructura:
- Rutinas: 3–5 comidas estables; proteína en cada una.
- Carbohidratos: céntralos en días/horas de carga.
- Hidratación: no dependas de la sed.
- Pasos y fuerza mínima diaria.
- Ambiente: luz natural y horarios de sueño consistentes.
“¿Tiene sentido usar el frío para activar el BAT?”
La evidencia muestra más actividad de BAT en invierno y mayor relación con fotoperiodo que con temperatura aguda. Lo prudente es mejorar hábitos (dieta y entrenamiento) y, si exploras exposición a frío, que sea progresiva y segura (no es una intervención de adelgazamiento por sí sola).
“Vivo en clima muy cálido: ¿se invierte el patrón?”
Puede cambiar el componente conductual: en veranos extremos se reduce la actividad y aparecen ganancias de peso si no hay plan de hidratación, enfriamiento y entreno adaptado. Ajusta horarios, electrolitos y densidad calórica.
“¿Y el intestino?”
La microbiota fluctúa con dieta y estación. Mantén fibra, fermentados, hidratación y sueño para amortiguar el invierno y mejorar la inmunidad.
Conclusiones: el año tiene cuatro “dietas” (y ninguna es rígida)
- El invierno eleva el gasto por termogénesis y BAT, pero aumenta apetito y cambia elecciones alimentarias; el verano reduce la ingesta y exige hidratación estratégica.
- El peso oscila poco pero de forma consistente: más alto en invierno si no se vigilan ingesta, actividad y sueño.
- La microbiota responde a la estación y a la dieta; conviene blindarla con fibra, fermentados y regularidad.
- La clave es planificar por temporada, sin dogmas: ajustar energía, carbohidratos y proteína a la carga; diseñar hidratación según clima; y usar métricas simples para prevenir derivas.
Si necesitas individualizar por deporte, clima o calendario competitivo, consulta con un dietista-nutricionista deportivo. Este texto es divulgativo y no sustituye la evaluación profesional.
Referencias destacadas para el lector
- Variación estacional del BAT y relación con fotoperiodo (estudio PET/CT en adultos).
- Microbiota e inmunidad: cambios estacionales y recomendaciones prácticas de fibra, fermentados, hidratación y sueño.