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Comer como en la Prehistoria: ¿moda o fundamento científico?

Introducción: atractivo ancestral, preguntas modernas

La llamada “dieta paleolítica” promete volver a lo básico: carnes magras, pescado, frutas, verduras, frutos secos y semillas; fuera cereales, legumbres, lácteos, azúcares añadidos y ultraprocesados. Su argumento estrella es la “discordancia evolutiva”: nuestro organismo estaría desajustado a la alimentación agrícola e industrial y, por tanto, acumularíamos enfermedades crónicas.
Ahora bien, ¿qué hay de ciencia detrás de ese relato? ¿Es un patrón recomendable para la salud y el rendimiento o una moda restrictiva con riesgos a medio plazo? Desgranamos las pruebas, los puntos fuertes, las carencias y cómo tomar decisiones sensatas sin caer en dogmas.

1) Qué propone la dieta paleolítica

Definición y orígenes

La dieta paleolítica (o “paleo”) intenta imitar la alimentación de grupos cazadores-recolectores del periodo Paleolítico. La idea se divulgó en los 70 y se popularizó a inicios de los 2000. El mensaje es simple: come lo que supuestamente comían nuestros ancestros y evita lo que llegó con la agricultura e industria.

La hipótesis de la discordancia evolutiva

El planteamiento sostiene que el genoma humano cambió muy poco desde que comenzaron los cultivos y, por tanto, no estaríamos adaptados a cereales, lácteos, legumbres, harinas y productos ultraprocesados. Este desajuste se asocia a obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedad cardiovascular.

Qué incluye y qué excluye (resumen práctico)

IncluyeExcluye
Carnes magras, vísceras ocasionalmenteCereales (trigo, arroz, avena, maíz, etc.)
Pescado y marisco (rico en omega-3)Legumbres (lentejas, garbanzos, alubias, guisantes, cacahuete)
Frutas y verdurasLácteos (leche, yogur, queso)
Frutos secos y semillasAzúcares añadidos y ultraprocesados
Huevos, AOVE/aguacate, cocoAceites refinados, alcohol, snacks y bollería

Nota: hay versiones “paleo flexible” que introducen tubérculos (patata, batata, yuca) como fuente densa de carbohidratos, sobre todo alrededor del entrenamiento.

2) Qué dice la ciencia: luces y sombras

No existió “una única dieta” paleolítica

La antropología y la arqueología coinciden: no hubo un menú universal. La alimentación variaba con clima, estación, latitud, fauna/flora disponible y tecnología. Hablar de “la” dieta paleolítica es simplificar un mosaico de estrategias alimentarias. Además, la genética humana sí evolucionó tras el Paleolítico:

  • Más copias del gen AMY1 (amilasa salival) en poblaciones con alto consumo de almidón.
  • Persistencia de lactasa en grupos que domesticaron ganado.
    Somos una especie plástica y adaptable, no un fósil nutricional.

Ensayos clínicos a corto plazo: resultados interesantes

Varios estudios controlados, de pocas semanas o meses, muestran que la dieta paleo:

  • Reduce peso y perímetro de cintura en el corto plazo.
  • Mejora glucemia y, en algunos perfiles, HbA1c.
  • Baja triglicéridos y presión arterial.
    Estos resultados, sin embargo, no superan de forma consistente a patrones saludables clásicos (p. ej., dieta mediterránea) cuando se controlan calorías, proteína y calidad de los alimentos. Un denominador común explica gran parte del beneficio: menos ultraprocesados, menos azúcares añadidos y harinas refinadas.

A medio y largo plazo: adherencia, empate técnico y dudas

Cuando se prolonga la observación:

  • La ventaja inicial de pérdida de peso frente a otras dietas tiende a diluirse a los 12–24 meses.
  • La adherencia cae por su carácter restrictivo (eventos sociales, viajes, coste, monotonía).
  • Aparecen señales de riesgo ligados a exclusiones duraderas: calcio y yodo bajos, menor ingesta de fibra y vitaminas del grupo B, y cambios indeseables en la microbiota.

3) Riesgos potenciales y puntos ciegos

Micronutrientes bajo sospecha

  • Calcio y vitamina D: al eliminar lácteos, aumentan las probabilidades de ingesta insuficiente. La salud ósea puede resentirse si no se planifica con precisión (fuentes alternativas + sol/suplementación cuando proceda).
  • Yodo: hay estudios que señalan deficiencia leve-moderada en versiones paleo estrictas, al limitar lácteos/fortificados y algunas sales yodadas.
  • Vitaminas B y fibra: excluir cereales integrales y legumbres reduce de forma notable el aporte de almidón resistente y fibra fermentable, además de ciertas B (tiamina, folato).

Microbiota intestinal: el talón de Aquiles

Uno de los hallazgos más preocupantes en seguidoras/es paleo de larga duración (>1 año) es la reducción de bacterias beneficiosas (p. ej., Bifidobacterium, Roseburia) y el aumento de TMAO (N-óxido de trimetilamina), marcador asociado a mayor riesgo cardiovascular.
La pieza que falta cuando se excluyen cereales integrales y legumbres es el almidón resistente (junto a otras fibras), combustible de esa microbiota que produce butirato y otros metabolitos protectores. Sin ese sustrato, el ecosistema intestinal empobrece.

Diagnóstico enmascarado

Quitar gluten sin evaluación previa puede aliviar síntomas en celiaquía o sensibilidad, pero dificulta el diagnóstico y, por tanto, el manejo correcto. Primero, valora con tu equipo de salud; después, decide.

4) Paleo y deporte: promesas, límites y una vía intermedia

¿Sirve para correr más o levantar más?

En resistencia, algunas corrientes paleo apuestan por “adaptación a las grasas”: menos carbohidrato diario para forzar el uso lipídico y reservar glucógeno para momentos decisivos. Sobre el papel suena bien; en la práctica, el rendimiento de alta intensidad y los cambios de ritmo siguen dependiendo del glucógeno.
En fuerza/hipertrofia, insuficiente carbohidrato puede lastar la calidad de las series, el volumen total y, con ello, las adaptaciones.

La opción razonable: “paleo flexible”

Para deportistas, una versión menos rígida suele funcionar mejor:

  • Mantén el patrón rico en alimentos poco procesados.
  • Incluye tubérculos y/o cereales sin refinar alrededor del entrenamiento (“carga inteligente”).
  • Proteína: 1,6–2,2 g/kg/día, repartida en 3–5 tomas.
  • Grasa: AOVE, frutos secos, aguacate, pescado azul; sin caer en excesos que desplacen carbohidrato cuando se necesita rendir.

5) Comparativa con la dieta mediterránea

Similitudes y diferencias clave

AspectoPaleolíticaMediterránea
BaseAlimentos “ancestrales”, excluye granos/legumbres/lácteosAlimentos frescos, incluye cereales integrales y legumbres
CarbohidratosBajos-moderados (según versión)Moderados, calidad alta (integrales, legumbre)
GrasasAOVE, frutos secos; a veces cocoAOVE como pilar; frutos secos y pescado
EvidenciaEnsayos cortos, heterogéneosEvidencia robusta para cardiometabólica y longevidad
AdherenciaDifícil en social/viajes; cara si es “eco/pasto”Alta, flexible y culturalmente adaptable
MicrobiotaRiesgo si faltan fibras/almidón resistenteFavorece diversidad y metabolitos protectores

Conclusión comparativa: la paleo comparte la parte valiosa (comer alimentos reales y evitar ultraprocesados), pero la mediterránea aporta variedad, fibra y evidencia a largo plazo con mejor adherencia y coste.

6) ¿Para quién podría tener cierto sentido?

Contextos donde se puede considerar (con supervisión)

  • Personas que necesitan un “reset” alejándose de ultraprocesados.
  • Perfiles con síntomas digestivos que responden a un tiempo de exclusión (siempre con evaluación y plan de reintroducción).
  • Deportistas recreativos que desean un patrón más simple y se sienten mejor con tubérculos, frutas, verduras, frutos secos, pescado y algo de carne magra.

Siempre con control de: calcio, vitamina D, yodo, hierro (si procede), fibra fermentable y densidad energética suficiente para la carga de entrenamiento.

Cuando no conviene

  • Historial de baja disponibilidad energética o dietas muy restrictivas: riesgo de recaer.
  • Necesidades altas de calcio y yodo sin un plan sólido.
  • Cualquier situación clínica que demande protocolos con evidencia (p. ej., diabetes con educación nutricional estructurada, patología renal, embarazo).

7) ¿Te atrae lo “paleo”? Hazlo seguro (mini-guía práctica)

Pasos para un enfoque prudente

  1. Define el objetivo (salud, peso, rendimiento). Sin meta, todo plan se vuelve prohibición.
  2. Empieza por lo común a todas las dietas saludables: verduras, fruta, legumbre o tubérculos, proteína clara, AOVE, frutos secos; agua; cocina casera; menos alcohol y ultraprocesados.
  3. Si vas a probar paleo:
    • Incluye tubérculos y fruta suficiente; en deportistas, valora cereales integrales alrededor del entreno.
    • Protege la microbiota: verduras variadas, almidón resistente (patata/batata cocida y enfriada), fermentados, fibras solubles (avena si no haces paleo estricto; si lo haces, plántale cara con plátano menos maduro, chía, lino molido, psyllium).
    • Cubre calcio y yodo: pescados pequeños con espina, verduras ricas en calcio, aguas cálcicas; sal yodada. Si no llegas, consulta por fortificados/suplementación.
    • Revisa marcadores si prolongas el plan: perfiles lipídicos, hierro/ferritina, vitamina D, función tiroidea según historia clínica.
  4. Adherencia: pacta reglas realistas (80/20), permite “puentes” sociales.
  5. Reevalúa cada 8–12 semanas: ¿duermes mejor?, ¿cómo está tu energía?, ¿tu digestión?, ¿tu rendimiento? Si no mejora, ajusta o cambia.

8) Sostenibilidad: comer bien, vivir mejor, cuidar el entorno

El coste y la huella importan

Una paleo estricta basada en carnes de pasto puede elevar el coste y la huella ambiental. La mediterránea, con legumbres y cereales integrales, ofrece proteína asequible y menor impacto. Para la mayoría, salud y sostenibilidad se alinean mejor con patrones flexibles y vegetales protagonistas.

Conclusión: qué nos quedamos y qué dejamos

  • Lo valioso de la paleo: volver a comida real, recortar ultraprocesados, priorizar fruta, verdura, pescado, frutos secos y cocinar más.
  • Lo discutible: excluir cereales integrales, legumbres y lácteos de forma automática. La evidencia no demuestra superioridad sostenida frente a dietas bien establecidas; sí señala posibles carencias (calcio, yodo, B) y daños a la microbiota si falta almidón resistente.
  • Lo sensato: si te atrae ese marco, aplícalo con flexibilidad, protege fibra y micronutrientes, y valora si otro patrón con más respaldo (p. ej., mediterráneo) te ofrece beneficios similares con menos restricciones y mejor adherencia.

Mensaje final: más que comer “como en la Prehistoria”, importa comer mejor hoy: variedad, vegetales en abundancia, proteína de calidad, carbohidrato acorde al entrenamiento, grasas saludables, cocina sencilla y constancia.


Aviso: Contenido divulgativo. No sustituye evaluación individual ni seguimiento profesional.