La enfermedad es una falta de armonía de la energía vital, que en primer lugar produce síntomas emocionales (conscientes o inconscientes), luego funcionales y por último orgánicos.
Los síntomas emocionales producen cambios energéticos, físicos y químicos en las células y tejidos del organismo. Esto da lugar a alteraciones y a que se haga visible de forma física la enfermedad. Por ejemplo, el estrés prolongado produce una disminución en las defensas favoreciendo que se den enfermedades físicas.
Por eso nos parece importante abordar los síntomas emocionales: desánimo, ansiedad, insomnio, somatizaciones, etc. El ser conscientes de ellos nos ayuda a identificar las necesidades que tenemos por resolver y de esta manera, en el trabajo terapéutico poder aliviar el sufrimiento unido a ellos.